Ángelus del domingo 19 de febrero de 1984

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 19 de febrero de 1984

1. Hoy he tenido el gozo de elevar al honor de los altares a un numeroso grupo de nuevos Beatos, mártires: 99 de ellos pertenecen a la diócesis del Oeste de Francia y sufrieron el martirio en Angers: durante la Revolución Francesa aceptaron la muerte para conservar "su fe y su religión" y para manifestar su adhesión a la Iglesia católica romana; eran sacerdotes, religiosas, hombres y, en su mayor parte, mujeres. Supieron seguir a Cristo por el camino doloroso de la cruz.

El otro nuevo Beato mártir, Juan Bautista Mazzucconi, de Lecco, misionero del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras, fue asesinado, a los 29 años, en una isla de la lejana Oceanía, el año 1855.

A la vez que damos gracias al Señor por el don que hoy ha hecho a su Iglesia, elevemos nuestras plegarias a los nuevos Beatos mártires para que nos obtengan la fuerza de imitar -en las diversas situaciones en que nos ha colocado la divina Providencia- su sólida fe, su incansable caridad hasta el perdón, su luminoso testimonio cristiano ante el mundo.

2. Quiero recordar, como acontecimiento de alcance histórico, la firma del Acuerdo sobre la revisión del Concordato Lateranense, que tuvo lugar ayer.

Se trata de un acuerdo que Pablo VI había previsto y favorecido, como signo de renovada concordia entre la Iglesia y el Estado en Italia, y yo lo considero de relieve significativo como base jurídica de pacíficas relaciones bilaterales y como inspiración ideal para la aportación generosa y creativa que la comunidad eclesial está llamada a prestar en orden al bien moral y al progreso civil de la nación.

La Conferencia Episcopal Italiana, que en el acuerdo recién estipulado asume una función de interlocutor reconocido, en su campo, con las autoridades e instituciones cívicas, ha expresado, en un elevado mensaje de su Presidencia, deseos y esperanzas, que hago míos de todo corazón.

Que la Virgen Santísima, venerada en santuarios diseminados por toda la península e invocada en cada ciudad y aldea con los apelativos más hermosos, entre ellos el de "Soberana de Italia", bendiga al pueblo italiano y su camino de crecimiento civil y espiritual dentro de la concordia, la libertad y la justicia.

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