Ángelus del domingo 25 de junio de 1989

Autor: Juan Pablo II

VISITA PASTORAL A LA ARCHIDIÓCESIS DE GAETA

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Formia, domingo 25 de junio de 1989

1. Dispongámonos ahora a recitar el "Ángelus" para entrar, con la oración, en el corazón del misterio cristiano: la Encarnación del Verbo de Dios que "por nosotros y por nuestra salvación bajó del cielo".

Me alegra recitar esta oración mariana en la querida archidiócesis de Gaeta, que se gloría de una profunda fe y devoción a María Santísima. Gaeta, en efecto, suele llamarse "Ciudad de la Inmaculada" Ha sido la cuna, podríamos decir, del dogma de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, porque aquí mi venerado predecesor Pío IX se fue confirmando en la definitiva decisión de la proclamación de ese dogma.

Desde Gaeta, el 2 de febrero de 1849, envió la Encíclica Ubi primum, con la que pedía a todos los arzobispos y obispos de la Iglesia que expresaran su propio parecer al respecto. Sé muy bien con cuánto amor se guardan los recuerdos de ese acontecimiento.

2. Los diversos santuarios dedicados a María, Madre de Jesús, que surgen como ciudadelas en defensa de la fe en estas poblaciones, atestiguan la devoción que existe hacia Ella.

Me he dirigido esta mañana al santuario de la Virgen de la Civita, en Itri, donde la santa imagen de la Virgen es meta de muchas peregrinaciones, y allí he tenido un encuentro con los enfermos. Desde hace siglos, muchedumbres de fieles encuentran consuelo y siempre nuevas inspiraciones de vida cristiana ante la Virgen, figurada en el acto de ofrecer a Cristo al mundo.

La solicitud materna de María por esta vuestra tierra es atestiguada también por los santuarios de la Virgen de la Colina, en Lenola; por la Virgen de la Llanura, en Ausonia; por la Virgen de la Roca, en Fondi: ¡Cuántas personas a lo largo de los siglos han buscado en el recogimiento de estos lugares sagrados el contacto con Dios, aprendiendo al mismo tiempo de María el abandono confiado en la Providencia y la entrega generosa a los hermanos!

3. Otro motivo de alegría es la presencia de los numerosos jóvenes que han venido para encontrarse conmigo.

En ellos saludo a todos los jóvenes de la archidiócesis, animándolos una vez más a adherirse a Cristo: a buscar en Él el verdadero camino en un mundo que a veces se encuentra buscando caminos no siempre dignos del hombre; a reconocer en Él la fuente de la vida que hoy está amenazada de muchas maneras; a acoger en Él la verdad, término de toda nuestra búsqueda.

Con estos pensamientos nos fijamos una cita para el gran encuentro que tendremos en Santiago de Compostela el 19 y 20 de agosto próximo con motivo de la IV Jornada mundial de la Juventud.

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