Ángelus del domingo 26 de febrero de 1984

Autor: Juan Pablo II

VISITA PASTORAL A BARI Y BITONTO

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 26 de febrero de 1984

Queridos hermanos y hermanas:

1. Ha sido para mí una gran alegría, esta mañana, el haber podido coronar el icono de la Virgen Odegitria. De este modo he querido tributar homenaje a una imagen mariana antiquísima y veneradísima por el pueblo pullés, y conocida y venerada también por los hermanos ortodoxos, que han tenido y tienen oportunidad de vivir o visitar esta hermosa región vuestra.

Mi acto de culto a la Virgen Santísima, a través de este famoso y espléndido icono, ha querido ser también, pues, un gesto que tiende a reconocer y promover la acción ecuménica, que desde hace siglos se realiza, y también hoy se está llevando a cabo, entre griegos y latinos a la luz y bajo la protección de la Santísima Madre de Dios.

2. El rito de coronación de las imágenes de la Virgen, como sabéis, es muy antiguo y tradicional. Su significado simbólico es muy claro: trata de manifestar nuestro reconocimiento a esta "realeza" espiritual y mística que María ejerce, con Cristo y bajo Él, sobre todo el universo creado, tanto sobre las criaturas celestes como sobre las terrestres. Se trata de esa "realeza" cuyas diversas formas celebramos al recitar las letanías del Santo Rosario.

Lo mismo que su Hijo divino, María no es "reina" de este mundo sino en el reino de Dios, el cual, germinando aquí abajo como realidad eclesial, deberá llegar a cumplimiento en la Jerusalén celestial. Por esto, el "reino" de María, como el de Jesús, no es potencia efímera, que con frecuencia se basa en la injusticia y la opresión, sino que es -como dice San Pablo- "justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo" (Rom. 14, 17).

3. La Virgen Odegitria, al indicar con la mano a su Hijo divino, nos señala el "camino" hacia este reino, ya que Jesús es precisamente el Camino. Ella, con esto mismo nos señala también el "camino" de la unión entre los cristianos, que consiste en someterse, con absoluta pureza de intención y fervorosa coherencia de vida, a la realeza espiritual de Jesús y de María.

Que esta jornada de hoy, tan rica en significado ecuménico, sea para todos ocasión de un renovado esfuerzo y de una más fuerte esperanza en el progreso hacia la unidad, por la intercesión de la Virgen Odegitria, bajo la guía de Cristo y con la potencia del Espíritu.

Repito mi saludo cordial expresado ya esta mañana a mi llegada, a toda la querida población de Bari y de Pulla, y quiero manifestarles mi aprecio por sus tradiciones de fe, cultura y adhesión a los valores de la familia.

De esta ciudad, que por su situación geográfica y cultural es un puente que se proyecta más allá del Mar Mediterráneo, mi pensamiento va también a nuestros hermanos y hermanas de Albania, que no pueden manifestar externamente su fe religiosa, derecho fundamental de la persona humana.

Los encomiendo a vuestra oración, y deseo asegurarles que están particularmente presentes en mi corazón y que los confío a la protección de la Virgen.

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