Ángelus del domingo 5 de agosto de 1984
JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 5 de agosto de 1984
1. Mañana, fiesta de la "Transfiguración del Señor", es el sexto aniversario de la muerte del Papa Pablo VI, que aconteció aquí, en Castelgandolfo, al anochecer. Y cae también el 20 aniversario de su primera Encíclica Ecclesiam suam.
Escuchemos ahora, como preparación para la plegaria del Ángelus, las reflexiones que este gran Sucesor de San Pedro dedicó a esta típica y secular plegaria mariana en su Exhortación Apostólica sobre el culto de la Bienaventurada Virgen María: "La estructura sencilla, el carácter bíblico, el origen histórico que enlaza (esta plegaria) con la invocación de la incolumidad en la paz, el ritmo casi litúrgico que santifica momentos diversos le la jornada, la apertura hacia el misterio pascual, por lo cual, mientras conmemoramos la Encarnación del Hijo de Dios, pedimos ser llevados 'por su pasión y cruz a la gloria de la resurrección', hace que a distancia de siglos conserve inalterado su valor e intacto su frescor" (Marialis cultus, 41).
Pablo VI, en sus más de 15 años de pontificado, dejó a la Iglesia y al mundo una herencia preciosa de ejemplos y de enseñanzas: por ello debemos estarle perennemente gratos y agradecidos. Son inolvidables las palabras, contenidas en su testamento, que nos manifiestan la profunda fe, con la que él miraba serenamente su partida de este mundo: "Ahora que la jornada llega al crepúsculo, y todo termina y se desvanece esta estupenda y dramática escena temporal y terrena, ¿cómo agradecerte, Señor, después del don de la vida natural, el don muy superior de la fe y de la gracia, en el que únicamente se refugia al final mi ser?" (Enseñanzas de Pablo VI al Pueblo de Dios. 1978, pág. 259; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 20 de agosto de 1978, pág. 1).
2. Él amó intensamente a la Iglesia, y con no menor intensidad amó, exaltó y defendió al hombre. Amó y estimó su tiempo, deseando ardientemente anunciarle el mensaje de Cristo.
Nos enseñó con su vida y con su muerte cómo se debe amar a Cristo y cómo nos debemos entregar a la causa de la salvación de la humanidad.
Mañana, 6 de agosto, celebraré en la iglesia parroquial de Castelgandolfo la Santa Misa por el reposo eterno de mi predecesor. Por tanto invito a todos los presentes y a todos aquellos que están escuchando mi voz a unirse conmigo con su oración por aquella gran alma.
3. Hoy deseo exhortaros a intensificar el empeño en la santificación del domingo, que es el día de la semana consagrado a las "más altas cosas": es el "Día del Señor".
El domingo recuerda en síntesis el contenido esencial de la fe, es decir, la creación y la redención de la humanidad, y estimula a vivir con convicción y coherencia la vida cristiana. La santificación del "Día del Señor" es de importancia fundamental para vivir auténticamente el cristianismo. En una "Nota pastoral", publicada recientemente, la Conferencia Episcopal Italiana, al recomendar la participación en la Santa Misa el "Día del Señor", se expresa así: "Es el Padre quien prepara una mesa e invita a sus hijos; los fieles tienen el deber de tomar parte en ella. Despreciar la invitación es culpa grave; declinarla por motivos serios, causa pesar; tomar parte en ella aburridos, significa privarse de la abundancia de sus dones" (n. 26).
Deseo de corazón que el domingo tenga en vuestra vida cristiana su significado espiritual: que sea realmente el "Día del Señor", que da luz a toda la semana y a toda la vida.
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