Ángelus del domingo 6 de febrero de 1983

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 6 de febrero de 1983

1. Tengo la alegría de comunicaros que en la primera década del próximo mes de marzo, si Dios quiere, iré de visita pastoral a las comunidades cristianas de Costa Rica, Nicaragua, Panamá, El Salvador, Guatemala, Honduras, Belice y Haití, acogiendo la invitación que me han dirigido los obispos y las autoridades civiles.

El primer día, 2 de marzo, en San José de Costa Rica tendré el consuelo de encontrarme con los obispos del Simposio Episcopal de América Central y, el 9 de marzo, antes de dejar Centroamérica, me reuniré ―en la catedral de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro― con los obispos del Consejo Episcopal Latino Americano, que se hallarán en Puerto Príncipe para su asamblea general.

Confío esta visita pastoral a la protección de la Virgen María, tan venerada por aquellos fieles, y a las plegarias que espero ofreceréis al Señor para que enriquezca con abundantes frutos también este viaje apostólico a países para mí tan entrañables, y muchos de ellos tan probados.

2. Las gravísimas noticias que difunden los medios de información sobre el ingente éxodo de bastantes centenas de millares de prófugos africanos desde Nigeria hacia sus países de origen, llenan mi espíritu de profunda tristeza y de gran inquietud por todo lo que está sucediendo a tantos seres humanos, todos hermanos nuestros.

Esta tragedia totalmente nueva, al menos en tales proporciones, en nuestro siglo, conturba la conciencia de todos. Debe estimular el esfuerzo de todos los que tienen poder de influir, a nivel nacional e internacional, tanto sobre las vicisitudes económicas que son causa de semejantes convulsiones, como especialmente sobre la suerte de tantos seres humanos que se ven implicados en acontecimientos donde sólo son parte que pierde e indefensa.

Con diligencia e iniciativas cada vez más generosas, grupos, organizaciones y gobiernos han respondido ya a la llamada para aliviar los sufrimientos de esos hermanos nuestros, con auxilios de primera necesidad. Deseo renovar la invitación a fin de que esta tarea se intensifique con interés y con recursos proporcionados a la gravedad de las necesidades.

Confío su éxito a la intercesión de la Virgen Santísima, Refugio de los atribulados, pidiéndole que los prófugos puedan ser confortados de sus angustias más graves con la mayor rapidez posible.

3. Ahora quiero recordar el encuentro que tuve, el pasado mes de octubre, con los obispos en visita ad Limina de la Conferencia Episcopal Escandinava, que comprende las comunidades católicas de Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia.

Reitero a esos prelados mi agradecido aprecio por la obra de animación cristiana que llevan a cabo en las 5 diócesis y 2 prelaturas, siguiendo las huellas de los grandes evangelizadores y testigos de la fe que los han precedido: los Santos Ansgario, Canuto, Enrique, Olaf, Brígida y su hija Catalina.

Al mismo tiempo, saludo cordialmente a todos los fieles de esas nobles naciones, que son una pequeña minoría, pero que gozan de gran estima y prestigio, tanto por su activa presencia en el sector educativo asistencial, como también gracias a las buenas relaciones ecuménicas que han sabido instaurar con los hermanos de otras confesiones cristianas, que forman la gran mayoría de los países escandinavos.

Invito a los presentes a que se unan conmigo en la oración por estos hijos de la Iglesia, pidiendo de modo especial numerosas vocaciones sacerdotales y religiosas para las queridas comunidades escandinavas.

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