Ángelus del domingo 6 de septiembre de 1987
JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 6 de septiembre de 1987
1. Durante mi visita pastoral a algunas diócesis de Estados Unidos, que iniciará el jueves próximo y que quisiera encomendar a vuestras oraciones, se celebrará en Kevelaer (Alemania), el Congreso Internacional Mariológico y Mariano sobre el tema: "María, Madre de los fieles".
María, al aceptar en la fe su misión personal como Madre de Cristo, Verbo Divino e Hijo del hombre, se ha hecho un modelo para todo cristiano, a los cuales Ella acompaña por los caminos del mundo: así, el tema del Congreso nos invita a meditar más a fondo sobre el papel benéfico de María en la misión salvífica de la Iglesia en el mundo, y a recoger los frutos para la vida diaria de nuestro tiempo.
Os pido, por tanto, que roguéis conmigo a fin de que las intenciones y los trabajos del próximo Congreso de Kevelaer, bajo la protección de nuestra Madre celestial, sean bendecidos y sostenidos por el Espíritu Santo para el bien de la Iglesia universal y de todo el mundo.
2. El pensamiento va también al santuario mariano dedicado a María Consoladora de los Afligidos, en el cual se celebra el Congreso. Como es sabido, hace aproximadamente 350 años, un mercader sintió el impulso interior de construir, junto a una cruz que ya existía en el camino de Kevelaer, un templete con la imagen de la Virgen y el Niño Jesús. Para este fin se sirvió de una simple tarjeta con la reproducción de la imagen de la Virgen de Luxemburgo a la que quería mucho.
He aquí, pues, juntas la cruz de Jesús y la Virgen Santísima: desde entonces una larga peregrinación de fieles se había dirigido a Ella llevando consigo tantas aflicciones personales, familiares, sociales: "Sancta Maria, Consolatrix afflictorum, ora pro nobis!": ¡Santa María, Consoladora de los Afligidos, ruega por nosotros!
A estos peregrinos tan numerosos, sea de Renania y de Westfalia como de la cercana Holanda e incluso de Bélgica, he querido sumarme también yo cuando, en mayo de este año, he visitado Kevelaer, y he confiado allí a la materna protección de María toda la Iglesia con los diversos sectores del Pueblo de Dios: las familias, la juventud, los trabajadores, y especialmente las personas más solas o abandonadas, los enfermos, los ancianos.
A María confío también ahora la Iglesia y el servicio pastoral que me dispongo a prestarle con la peregrinación a Estados Unidos. Que la Virgen Santa me acompañe y guíe mis pasos entre esos hijos suyos del otro lado del océano, a los cuales voy en nombre de Cristo.
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