Ángelus del domingo 8 de junio de 1986
JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 8 de junio de 1986
1. "Doblo las rodillas ante el Padre..., / pidiéndole que, de los tesoros de su gloria, os conceda por medio de su Espíritu robusteceros en lo profundo de vuestro ser" (Ef 3, 14-16).
Así reza el Apóstol de Cristo con las palabras de a Carta a los Efesios.
Estas palabras del Apóstol deseo introducirlas hoy en nuestra plegaria, mientras estamos aquí reunidos para el Ángelus dominical. Mientras estamos con María, Madre de Cristo.
2. El viernes pasado la Iglesia celebró la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Al misterio de este Corazón divino dedica ella también todo el mes de junio.
¿Y quién podrá estar más cerca del Corazón de su Hijo, sino la Madre? Ciertamente con Ella "doblamos las rodillas ante el Padre". Y con Ella rezamos para que la devoción al Corazón del Redentor del mundo realice en todos nosotros por el Espíritu Santo el esfuerzo del hombre interior.
Sí. Por el Espíritu Santo.
3. Y el significado de ese "poderoso refuerzo en el hombre interior" ―que es obra del Espíritu Santo, que actúa en nuestros corazones― nos lo explica la continuación de la Carta a los Efesios, donde leemos:
"Que Cristo habite por la fe en nuestros corazones; y, arraigados y fundados en la caridad, podáis comprender... y conocer la caridad de Cristo que supera toda ciencia, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios" (Ef 3, 17-19).
4. Esto sólo el Espíritu Santo puede realizarlo en nuestro espíritu humano. Sólo el Espíritu Santo puede abrir ante nosotros esta plenitud del "hombre interior", que se encuentra en el Corazón de Cristo.
Sólo Él puede hacer que desde esta plenitud alcancen fuerza, gradualmente, también nuestros corazones humanos, nuestro "hombre interior", que nos debe ser absorbido sólo por lo que pasa, sino "enraizarse y fundarse" en ese "amor" que no pasa.
5. Que la humilde Esclava del Señor presida nuestra oración, para que nuestros corazones humanos sepan "enraizarse y fundarse" en Dios que es únicamente el amor que no pasa.
Este amor se revela en el Corazón humano de su Hijo.
© Copyright 1986 - Libreria Editrice Vaticana