Ángelus del martes 8 de diciembre de 1981

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Martes 8 de diciembre de 1981
Solemnidad de la Inmaculada Concepción

1. "¡Theotokos!".

Con un eco lejano suena esta palabra, pronunciada con tan grandes transportes de fe y de amor hace 1550 años en el Concilio de Efeso, y desde aquella fecha la Iglesia la ha pronunciado siempre ya solemnemente:

la pronuncia en la liturgia y en el magisterio;

la pronuncia en la oración con las lenguas de muchas naciones y pueblos diversos y, a la vez, con el mismo "sentido de fe" de todo el Pueblo de Dios.

"Theotokos" - "Madre de Dios".

Hoy pronunciamos esta palabra con particular amor y veneración todos los que estamos reunidos para la plegaria común: el Ángelus.

Esta oración es como un comentario, repetido incesantemente, a esta única palabra: "Theotokos" - "Madre de Dios".

Cuando decimos: "El Angel del Señor anunció a María, y concibió del Espíritu Santo", expresamos la total y plena verdad contenida en esta palabra: "Theotokos", es Aquella que "concibió" la Palabra del Eterno Padre, que le fue transmitida en la anunciación angélica, esto es, se hizo Madre del Verbo Eterno por obra del Espíritu Santo. En Ella el Verbo se hizo carne.

He aquí el comentario completo a la palabra: "Theotokos".

2. Inmaculada.

Hoy a esa palabra que, confesada y enseñada por la Iglesia con un lejano y continuo eco de fe, nos llega desde Efeso juntamente con la alegría de sus habitantes y de los que estaban allí reunidos en el Concilio de los Obispos, se añade una alegría particular de nuestra ciudad: la alegría de Roma.

Inmaculada.

Aquella, cuya vocación humana era la de convertirse, al llegar la plenitud de los tiempos, en la Madre del Verbo Eterno: "Theotokos": en previsión de los méritos de este Hijo. Redentor del género humano, fue preservada desde el primer instante de su concepción ―Ella, pequeña hija de padres terrenos― de la herencia del pecado original, que forma parte de todo hombre, y fue concebida inmaculada.

Libre del pecado original, fue colmada, desde el primer instante de su concepción, de Espíritu Santo: fue concebida "llena de gracia".

3. Cuando, dentro de un poco, repitamos en nuestra oración las palabras del saludo del ángel, meditemos cómo el Eterno Padre selló, con la potencia del Espíritu Santo, a Aquella que había designado desde los siglos para Madre de su Hijo: "Theotokos".

Y, al contemplar este misterio de la fe, exultemos con la alegría particular de la Iglesia: exultemos con la alegría de la venida del Señor: Theotokos - Inmaculada.

Angelus Domini...

4. Hoy, solemnidad de la Inmaculada Concepción, rezamos nuestra plegaria del Ángelus, por primera vez, ante la Virgen Santísima, Madre de la Iglesia, que mira a la Plaza de San Pedro desde el mosaico, colocado en un ángulo de este Palacio Apostólico. En el marco de esta plaza estupenda faltaba una imagen, que evocase también visiblemente la presencia de Aquella a quien "la Iglesia católica, instruida por el Espíritu Santo, venera como Madre amantísima con afecto de piedad filial" (Lumen gentium, 53).

Estoy contento de inaugurar, en la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, este testimonio de nuestro amor y devoción, y confío que Ella, con solicitud constante, quiera continuar "cuidándose de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad" (cf. ib., 62) permitiendo también a nuestra generación experimentar la invencible potencia de su protección materna.

Ahora bendeciré la imagen de la Virgen "Madre de la Iglesia", manifestando el deseo de que todos los que vengan a esta plaza de San Pedro eleven hacia Ella la mirada, para dirigirle, con sentimiento de filial confianza, el propio saludo y la propia oración.

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