Ángelus del viernes 1 de enero de 1982

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Viernes 1 de enero de 1982
Solemnidad de Santa María Madre de Dios
Jornada mundial de la Paz

1. Estamos ya en el año del Señor 1982.

"Suyo es el tiempo y la eternidad. A Él la gloria y el poder. Por los siglos de los siglos" (Lit, del Sábado Santo).

Al saludaros a vosotros, saludo también, queridos hermanos y hermanas, al año nuevo, glorificando, ante todo, a Dios pues sólo Él es eterno, ya que no está limitado por tiempo alguno. Sólo Él es la Verdad y el Amor. Es la Omnipotencia y la Misericordia. Sólo Él es Santo.

Él es el que es.

Es Padre, Hijo y Espíritu Santo en la unidad absoluta de la Divinidad. Saludo, pues, con vosotros, a este nuevo año, en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo: pues no hay otro nombre en el que podamos salvarnos.

En el nombre de Jesucristo abrazo este año, a fin de que sea tiempo de salvación para la Iglesia y para el mundo.

En el nombre de Cristo digo a este año:

"El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda tu favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz" (Núm 6, 24-26).

Son las palabras de la liturgia de hoy.

2. Estas palabras, dichas el primer día del nuevo año, se dirigen a cada uno de los hombres y, al mismo tiempo, a todos los hombres, se dirigen a las naciones y a los Estados, a toda la familia humana.

"El Señor te conceda la paz".

La Iglesia repite hoy con estas palabras desde la profundidad misma del misterio de la Encarnación: desde el misterio del nacimiento de Dios en cuerpo humano.

La Iglesia une hoy estas palabras con la Maternidad Divina de María: las inscribe, por decirlo así, en el Corazón de la Madre.

A través del Corazón de la Madre pronuncio estas palabras de año nuevo pensando en todos los hombres y en todos los pueblos esparcidos por el globo terrestre.

¡He aquí la Madre de la paz! ¡Madre de Dios y de los hombres!

Madre de la naciones y de los pueblos:

"Dichosa me dirán todas las generaciones" (Lc 1, 48).

3. De esta manera especial pronuncio esta bendición, propia de la liturgia de hoy, pensando en mi patria, la nación de la que soy hijo:

"El Señor te conceda la paz".

Y de modo especial pongo estas palabras en el corazón de la Madre. Desde hace 600 años, esta Madre está presente en la tierra polaca mediante su imagen de Jasna Góra. El año 1982 es el año del gran jubileo.

Ante la Madre de Jasna Góra repito pensando en mi patria: El Señor te libre de la violencia, te libre del estado de guerra, de asedio. El Señor te conceda la paz.

Al dar las gracias a todos los hombres que, durante estos días ruegan por Polonia, les pido que continúen orando. Se trata de un problema importante, no sólo para un país, sino para la historia del hombre.

Que la oración sea la fuerza de mis compatriotas como tantas veces en el curso de los siglos. ¡Que no se pierda la heredad de los derechos del hombre, de verdadera libertad y de paz, que es obra de generaciones! ¡Que no se pierda la heredad de estos últimos difíciles meses!

En los umbrales del año nuevo pongo esta heredad en el Corazón de la Madre : en el corazón de la Madre de Jasna Góra.

Lo hago hoy, cuando la Iglesia celebra la solemnidad de su Divina Maternidad.

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