Ángelus del viernes 1 de enero de 1988
JUAN PABLO II
ÁNGELUSViernes 1 de enero de 1988
Solemnidad de Santa María Madre de Dios
Día Mundial de la Paz
1. La presencia en Roma de los "Pueri cantores", reunidos aquí desde varias partes del mundo para su XXIII Congreso internacional, me sugiere hablaros, en esta acostumbrada cita mariana del domingo, de la Virgen como inspiradora de la música. Es un tema muy sugestivo, que requeriría un discurso de más envergadura.
El pensamiento se dirige sobre todo a María como sujeto que participa activamente en los cantos de su pueblo. Como toda mujer hebrea, creyente y piadosa, fiel a la tradición religiosa de Israel, María cantó las alabanzas del Señor, en las peregrinaciones anuales al templo y en las asambleas cultuales en la sinagoga de Nazaret; María cantó los salmos y los himnos de la tradición de Israel, del mismo modo que participó de la oración y de la alabanza a Dios de la Iglesia naciente, reunida en torno a los Apóstoles. De ese modo, bien podemos decir que continuó elevando al Señor las expresiones de reconocimiento y de alabanza que Ella misma había manifestado ya en el "Magníficat", y las transmitió al nuevo Pueblo de Dios, que se estaba formando en la escuela del Evangelio.
2. Las palabras del Cántico de María entraron, pues, en la plegaria cotidiana de la Iglesia, y desde los inicios se hicieron voz viva, que inspiró ampliamente a la música. El Canto del Magníficat resuena siempre, a la hora de Vísperas, desde las humildes iglesias hasta las catedrales majestuosas, en melodías inspiradas en el gregoriano o en las composiciones solemnes de los compositores más conocidos. Quisiera recordar aquí los nombres ilustres de los polifonistas clásicos Pier Luigi Palestrina, Orlando di Lasso, Tomás Luis de Victoria, así como los no menos conocidos de Vivaldi y Bach.
3. María es invocada también en el canto. Al respecto, debemos recordar, entre todas, como culmen de la música mariana, las Vísperas de la Bienaventurada Virgen de Claudio Monteverdi, donde a los Salmos se añaden el Ave Maris Stella, el Magníficat, las invocaciones a Santa María, la maravillosa Salve Regina. En las distintas Antífonas marianas, en las Letanías y sobre todo en la Salve Regina y en el Ave María, el deseo de la oración se hace intensamente vivo, a veces como signo de gozo, quizá como apasionada y confiada voz de llanto o de invocación a la Madre de Dios, como Madre de misericordia. ¿Y cómo no recordar también la conmovedora participación en el dolor de María, presente junto a la cruz de Cristo, que grandes compositores como Palestrina, Pergolesi, Mozart, Haydn, Rossini y tantos otros experimentaron meditando en las palabras del "Stabat Mater"? La devoción a la Virgen ha suscitado verdaderamente obras maestras y ha inspirado a los más grandes genios de la música, enriqueciendo a la humanidad con un patrimonio artístico que no podemos ignorar.
4. Por eso os exhorto a mantener viva en el canto la alabanza a María, uniendo vuestras voces a todas las que la honraron e invocaron a lo largo de los siglos de la era cristiana. ¡Continuad alimentando esta alabanza a la Virgen!
Que desde el amanecer de la vida ―como ya hacéis vosotros, "Pueri cantores", que cantáis himnos a la gloria de Dios expresando con la música la alegría de servirlo― se eleve en el canto la invocación a la Virgen, hasta el atardecer, cuando el Ave María recoja el último suspiro de esta peregrinación terrena "en la hora de nuestra muerte".
Que toda nuestra vida sea un canto de alabanza a Dios y a Aquella que Él escogió como Madre suya y Madre nuestra.
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Después de haber rezado juntos a María Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra, deseo dirigir a todos mi deseo más cordial de un ¡"Feliz Año Nuevo"!
Feliz año a vosotros, que habéis venido a la plaza de San Pedro a rezar conmigo: ¡El Señor os ilumine siempre y os acompañe en el camino del año nuevo!
Feliz año a los que están unidos con nosotros por medio de la radio y la televisión, y a todos los componentes de la familia humana: ¡Que el amor mutuo, la bondad, la paciencia, la comprensión unan siempre los ánimos, para mantener la concordia y superar las dificultades!
¡Que en los días de alegría así como en los de dolor nadie olvide nunca la bondad paterna de Dios y la solicitud amorosa de la Virgen Santísima! ¡Felicidades a los niños, a los padres, a los ancianos!
De modo especial deseo augurar un año portador de salud a los enfermos de los hospitales, de las clínicas, de las casas y a los que sufren de algún modo en el espíritu y en el cuerpo: ¡Cada día el Papa os recuerda y reza por vosotros!
Finalmente, con viva esperanza quiero desear feliz año a los que tienen responsabilidad sobre los pueblos y sobre las naciones: ¡En nombre de Dios, escuchen el anhelo de los hombres por la paz el justo bienestar, la fraternidad, la solidaridad, los valores supremos y trascendentes!
Al comenzar el año nuevo os digo a todos con San Pablo: "Caminad en Jesucristo el Señor... arraigados en Él, dejaos construir y afianzar en la fe que os enseñaron, y rebosad agradecimiento. (Col 2, 6-7).
¡Felicidades a todos, con mi bendición!
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