Angelus, 26 diciembre
JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Miéercoles 26 de diciembre de 2001
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. En la fiesta litúrgica de hoy se prolonga el clima impregnado de luz y alegría típico de la Navidad. Aún contemplamos interiormente fascinados el prodigio que se verificó en la Noche santa. Seguimos meditando en el misterio navideño y en las comprometedoras exigencias que derivan de él.
"No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador: el Mesías, el Señor" (Lc 2, 10-11). Estas palabras, pronunciadas por los ángeles en Belén, palabras que sorprendieron a los pastores, resuenan también en nuestro tiempo. Nos invitan a no temer, porque nos ha nacido el Mesías, el Salvador por tanto tiempo esperado, que finalmente ha venido a la tierra para redimir a toda la humanidad. Su nacimiento constituye un don inconmensurable que, si se lo comprende y acepta a fondo, cambia la vida y capacita a la persona para el heroísmo evangélico propio de los santos.
2. Este es el mensaje que nos transmite también el protomártir san Esteban, a quien hoy celebramos. Su fiesta añade un elemento nuevo a nuestra comprensión de la Navidad de Cristo. Este joven diácono se distinguió por la valentía y la constancia con las que supo anunciar el Evangelio a sus compatriotas y prestar un servicio amoroso a los pobres. Su martirio nos recuerda que el Niño Jesús, desde la cueva donde yace inerme en un pesebre, nos llama a seguirlo paso a paso hasta el Gólgota, hasta la cruz, para compartir con él el triunfo sobre la muerte. El Niño que contemplamos en el pesebre es exigente, pero es también un Niño comprensivo y paciente.
Si somos dóciles a su acción, nos lleva de la mano y nos acompaña: por eso, no debemos temer. A veces puede parecernos muy duro seguir sus huellas, pero si él camina con nosotros, todo resulta más fácil y ligero. Que el santo mártir Esteban nos ayude a comprender esta profunda verdad y a ponerla en práctica cada día.
3. Amadísimos hermanos y hermanas, con gran cordialidad os renuevo mi felicitación navideña y mis mejores deseos, pidiendo al Salvador recién nacido, por intercesión de su Madre Virgen, que suscite en el corazón de todos sentimientos de alegría, de comprensión recíproca y de paz.
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