Angelus: 27 de agosto

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

  ÁNGELUS  
Domingo 27 de agosto de 2000

   

Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Resuena aún en la opinión pública el eco de la Jornada mundial de la juventud. Durante varios días vibró en Roma el corazón de los jóvenes, que suscitaron gran simpatía. Jóvenes alegres, pacíficos, prontos al saludo y a la sonrisa, respetuosos de la ciudad y de la naturaleza, enamorados de Jesucristo y de su mensaje. Es un pueblo que, con energías nuevas, entra en el tercer milenio. 
Algunos de esos jóvenes se hallan todavía en Roma, y una representación está presente también hoy. Son los jóvenes "Gen" del movimiento de los Focolares, que participan en gran número, y a quienes saludo con gran afecto, agradeciéndoles su visita.

Demos gracias al Señor por el bien que el jubileo de los jóvenes ha sembrado en la Iglesia y en el mundo. En todos ha suscitado viva impresión su gran afluencia. Sin embargo, la Jornada mundial de la juventud es sólo una etapa de un camino que debe proseguir. Cada joven, al volver a su país, está llamado a profundizar su opción por el Evangelio y la coherencia de vida. En este sentido, en la inolvidable vigilia de Tor Vergata, hablé del "laboratorio de la fe", de ese admirable laboratorio espiritual en el que cada uno, en diálogo con Dios, puede crecer en la certeza de su fe, y convertirse en testigo convincente de Cristo.

2. Casi como una prolongación del jubileo de los jóvenes, el próximo domingo, día 3 de septiembre, comenzará el de los profesores universitarios. Tendrá por tema:  "La universidad para un nuevo humanismo". En el umbral del tercer milenio, la Iglesia vuelve a proponer al mundo de la cultura, y en particular al universitario, el mensaje de Cristo como fuente de una visión del hombre y del mundo que refleja plenamente el designio de Dios. A su luz es posible formar a las nuevas generaciones, preparándolas para afrontar los grandes desafíos de la historia, a fin de construir sociedades solidarias y atentas a las personas, especialmente a las más débiles.

Por eso, es necesario promover un diálogo intenso y atento entre la fe y las culturas, de modo que se regeneren mediante el encuentro con la buena nueva, antigua y siempre actual.

3. Encomiendo los frutos de la Jornada mundial de la juventud, y el desarrollo del próximo jubileo de las universidades, a María, Madre de la Iglesia y Virgen del "sí" total y generoso a la llamada del Señor. Que ella ayude a los jóvenes a mantener vivo el fuego del amor de Dios y obtenga a todos el deseo operante de la santidad, para ser levadura y fermento evangélico en la ciudad de los hombres.

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