Ceremonia de bienvenida - aeropuerto de Salzburgo

Autor: Juan Pablo II

 

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
DURANTE LA CEREMONIA DE BIENVENIDA
EN EL AEROPUERTO DE SALZBURGO

Viernes 19 de junio de 1998

Señor presidente:

1. Con alegría piso nuevamente la tierra de Austria y saludo de corazón a todas las autoridades públicas que me honran con su presencia. Al mismo tiempo, expreso mi saludo a todos los ciudadanos de este país tan hermoso, que tengo la oportunidad de visitar por tercera vez como Obispo de Roma.

Señor presidente, le agradezco vivamente su cordial saludo. Con sentimientos de estima fraterna me dirijo a los obispos de este país, dándoles las gracias por haberme invitado de nuevo a visitar la República austriaca.

Pax! Pax vobis! Os saludo con el deseo del Resucitado: ¡La paz esté con vosotros! ¡Paz a vuestro país! ¡Paz a la Iglesia en Austria! ¡Paz a las comunidades y a las parroquias, paz al corazón de todos los austriacos! ¡La paz esté con todos vosotros!

2. La verdadera paz nace del corazón. «Tú estás en medio del continente como un corazón fuerte», dice vuestro himno federal. En los últimos años este país en el centro de Europa se ha unido a la comunidad de los que se han puesto en camino hacia una meta común: la unificación del continente. Para edificar la nueva Europa hacen falta muchas manos, y sobre todo muchos corazones, que no sólo palpiten por la carrera y el dinero, sino por el amor a Dios y al hombre. Abrigo la esperanza de que el corazón de Europa permanezca fuerte y sano. Precisamente por esto, pido a Dios que el pensamiento y la acción de todos los austriacos estén inspirados por la firme voluntad de respetar la dignidad de cada persona y de aceptar la vida sin reservas en todas sus formas y fases. En efecto, entre las riquezas del patrimonio cristiano el concepto del hombre es lo que más profundamente ha influido en la cultura europea.

Para proyectar correctamente una casa hace falta un instrumento de medida adecuado. Quien no conoce la medida, no logra el objetivo. Los constructores de la Casa europea cuentan con la imagen del hombre que el cristianismo infundió en la antigua cultura del continente, creando los supuestos sobre los que se ha podido actuar con la creatividad que todos admiran. Por consiguiente, el concepto del hombre creado a imagen y semejanza de Dios no es una pieza de museo; por el contrario, representa la clave de bóveda de la Europa actual, gracias a la cual las múltiples piedras, que son las diversas culturas, pueblos y religiones, pueden mantenerse unidas para la construcción del nuevo edificio. Sin este criterio de medida, la Casa europea en construcción corre el peligro de desplomarse, sin perdurar.

3. Con estos sentimientos, extiendo la mirada, más allá de las fronteras de este país, hacia toda Europa, hacia todas las naciones de nuestro continente, con su historia, desde el Atlántico hasta los Urales, desde el mar del Norte hasta el Mediterráneo. Austria, en particular, ha compartido las vicisitudes de Europa, ejerciendo un influjo decisivo. De modo ejemplar, muestra que múltiples etnias pueden convivir en un espacio reducido, con un intercambio fructuoso, colaborando creativamente para construir la unidad en la pluralidad. En el actual territorio austriaco, pequeño en comparación con otras naciones, han arraigado las características de los celtas y de los latinos, de los germanos, de los húngaros y de los eslavos, y se trata de características que perduran en la población. Así Austria se ha convertido en el espejo y el modelo de la Europa unida que no quiere marginar a nadie, sino dar espacio a todos.

4. Veni, Creator Spiritus! ¡Ven, Espíritu Creador!

Esta súplica resonará como un estribillo en los próximos días, que tendré la oportunidad de pasar en vuestro amado país. En efecto, durante los próximos tres días perteneceré a Austria.

«¡Ven, Espíritu Creador, y enciende en nosotros el fuego de tu amor!». Con esta oración quiero expresarle a usted, señor presidente, y a vosotros, queridos hermanos en el episcopado, mi viva gratitud. Mientras esperamos con alegría vivir nuestra comunión de fe y alabanza a Dios, repito a los queridos habitantes de esta tierra mi saludo: ¡La paz esté con vosotros!

 

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