Lunes de la tercera semana de adviento
« Populus, quí ambulabat in tenebris, vidit lucem magnam - El pueblo que caminaba en las tinieblas vio una luz grande » (Is 9, 1).
Reflexión
Todos los años escuchamos estas palabras del profeta Isaías, en el contexto sugestivo de la conmemoración litúrgica del nacimiento de Cristo. Cada año adquieren un nuevo sabor y hacen revivir el clima de expectación y de esperanza, de estupor y de gozo, que son típicos de la Navidad.
Al pueblo oprimido y doliente, que caminaba en tinieblas, se le apareció "una gran luz". Sí, una luz verdaderamente "grande", porque la que irradia de la humildad del pesebre es la luz de la nueva creación. Si la primera creación empezó con la luz (cf. Gn 1, 3), mucho más resplandeciente y "grande" es la luz que da comienzo a la nueva creación: ¡es Dios mismo hecho hombre!
La Navidad es acontecimiento de luz, es la fiesta de la luz: en el Niño de Belén, la luz originaria vuelve a resplandecer en el cielo de la humanidad y despeja las nubes del pecado. El fulgor del triunfo definitivo de Dios aparece en el horizonte de la historia para proponer a los hombres un nuevo futuro de esperanza. (Misa de Medianoche, Homilía de S.S. Juan Pablo Navidad, 24 de diciembre de 2001).
El Adviento es tiempo de espera y preparación interior para el encuentro con el Señor. Por tanto, dispongamos nuestro espíritu para emprender con alegría y decisión esta peregrinación espiritual que nos llevará a la celebración de la santa Navidad. (Visita a la Parroquia de San Inocencio I Papa y San Guido Obispo, Roma; Homilía del Santo Padre Juan Pablo II, Domingo 28 de noviembre, 1988).
Oración
Señor y Dios nuestro, a cuyo designio se sometió la Virgen Inmaculada aceptando, al anunciárcelo el ángel, encarnar en su seno a tu Hijo: tú que la has transformado, por obra del Espíritu Santo, en templo de tu divinidad, concédenos siguiendo su ejemplo, la gracia de aceptar tus designios con humildad de corazón. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.